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martes

Visitando viejos amigos


Hacía tiempo que tenía pendiente una visita a mis amigos de la Capital. Así que armé un bolso a las apuradas y les avisé que al día siguiente estaría por allí.
Cristian y Roberto eran pareja. Hacía años que vivían juntos, una divinura de personas.
El departamento era un sueño, decorado con gusto, e IMPECABLE por donde se mirara, diría que demasiado limpio (barrían, lavaban el piso y después de repasar los muebles pasaban la aspiradora por si les había quedado alguna peluza, ¡¡¡cosa de locos!!!!) Me daba miedo comer allí por temor a que se me cayera alguna miga. Y no hay peor cosa que temer que ocurra algo porque… ocurre.

Una noche, Roberto preparó la comida, estábamos los dos solos porque Cristian volvería tarde del centro. Yo puse la mesa, muy cuidadosamente: sacaba las cosas de la heladera y las agarraba con las dos manos para que no se me cayera nada, creo que gasté las baldosas yendo de la cocina al comedor. Él se reía por mi exageración mientras me miraba de reojo.
Cenamos y nos charlamos todos. Levantamos la mesa, y mientras él preparaba el café yo lavaba los platos (contracturada desde la nuca hasta el huesito dulce).

Roberto puso “hola Susana”, prendimos un cigarrillo, con un cafecito cada uno en la mano y los infaltables chocolatitos. Nos sentamos en un sillón a mirarla.
Terminó el programa, y Roberto se fue a dormir no sin antes recordarme “que tenes cenicero en el apoya brazos, querida, no sea cosa que sin querer…”
“No te preocupes, en un ratito más ya me acuesto”.
Me dio un beso y se fue a dormir. Hice un zapping y me enganché con una película empezada.
A los minutos, me agarró sueño, apagué la tele, limpié el cenicero y… me acordé que había sobrado un trozo de torta que habíamos comprado para los mates de esa tarde, y era taann empalagosa que la tuvimos que comer en sandwiches con masitas saladas. Saqué la bandejita de plástico de la heladera, platito y tenedor y me senté en la impecable mesa del living no sin antes
poner un individual (por las dudas).
Me comí una porción generosa, miré la hora, Cristian debía llegar en cualquier momento pero el sueño no me dejaba esperarlo.
Me puse de pie, agarre el platito con el tenedor sucio de crema en una mano y la bandejita de plástico en la otra… y … cuando quise acordar… plin!!... el tenedor iba camino al piso, los reflejos me funcionaron pero tarde, cuando quise manotearlo, la bandeja se dio vuelta y la torta cayó arriba de la carpeta tejida al crochet por la madre de Roberto.
Lo único que atiné fue a agarrarme la cabeza, lo veía saliendo de la pieza con los ojos desorbitados, rojos de sangre y despidiendo espuma por la boca, mientras Cristian entraba al departamento y al ver semejante cuadro se desplomaba de un ataque al corazón.
Volví rápido a la realidad y levanté el tenedor, corriendo lo dejé en la cocina mientras traia la rejilla. Al dar vuelta la torta ví que habían quedado los motivos del crochet incrustados en la crema y viceversa, corriendo volví a la cocina a buscar un tenedor limpio para hacerle unas rayas y borrar el dibujo del tejido. Con la rejilla limpie el camino de mesa y después el piso.

Creo que en esos minutos adelgacé 4 kilos. Me di una ducha para tratar de relajarme y me fui a dormir.

A la mañana siguiente, último día de mis vacaciones, me despertó un agradable olor a tostadas, me levanté en pijamas a desayunar con ellos. No me animaba a levantar la vista pero los ojos de Roberto me taladraban la cara… hasta que preguntó:
“¿qué fue ese ruido anoche? No me digas nada, se te cayó el cenicero al piso".
Cristian nos miraba sin entender.
Con orgullo, levanté la mirada y le contesté: “sí, pero no se me rompió, y por más que busques no vas a encontrar ni una partícula de ceniza”
Y como un viento, giré la conversación “vos, llegaste tarde Cris?”


Esa noche me acompañaron a la terminal, nos despedimos con lágrimas en los ojos. Fui la última en subirme al colectivo, volví a abrazarlos y besarlos, primero a Cris mientras miraba al colectivero que me hacía señas para irnos, por último a Rob que era el más cascarrabias… entonces descargué todo mi conciencia sucia “cuando vuelvas al departamento, fijate el caminito de mesa, porque te lo dejé almidonado con la crema de la torta que se me cayó anoche”

Subí rápido y me senté. Me asomé por la ventanilla para saludarlos y Roberto todavía no había reaccionado. Cuando salía de la dársena el coche, se escuchó: “te voyyyyyyyyyyy a matar conchhhh inmundaaaaaaaaa, te voy a matar!!!!!!!!!!!!!!”
PD: Aunque no lo crean, hoy me mandó un saludito por el Día del Amigo. ¿No es tierno?
Su-Saraza

3 comentarios:

  1. jajajajaj amiga sos lo mas me hiciste cagar de risa......... el tipico CONCHAAAAAAA INMUNDAAAAAAAA ya sabemos de quien es...... sos una genia... segui escribiendo que lo haces muy bien tkm... conta de nuestras historias tambien... besitos

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  2. la verdad es espectacular tu relatoooooooooooooooooooo........
    me voy a tener que hacer adicata a este block....
    genia amigaaaaaaa
    te quieroooooooo
    vale

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  3. Esto es real, cuando menos queres que te suceda algo, pasa,me imagino que habras dicho para que mi...,me tente,ja ja!!!!

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