Y sí… la convivencia no es fácil, ni con la pareja ni con los vecinos.
Cuando Melona, tendría dos años más o menos, con mi marido, ahora EX, pero padre de mi hija, conseguimos un departamento para mudarnos los 3 solos. Vivir con su familia ya se estaba tornando difícil pero no nos quedaba otra opción. Así que ni bien ahorramos unos pesitos nos fuimos a estrenar nido.
Encontramos un departamento en un primer piso, en realidad eran dos deptos., uno abajo y el nuestro arriba con una terraza y sin ninguna planta que nos diera un poquito de sombra, tal es así que en el verano era imposible salir afuera antes de las 8 de la tarde, es decir, salir, salías, el tema era volver a entrar. Agarrar el picaporte era el problema, la primera vez puede pasar, como me pasó a mi, que me acordé que había dejado una remera tendida la noche anterior y salí corriendo a entrarla (no sé para qué tanto apuro si total el sol ya la había acartonado, pero son esos reflejos boludos que una tiene) descalza, en bombacha y remera (total nadie anda caminando mirando el cielo, siempre nos enseñaron a mirar para abajo para no tropezar y caernos).
Ni bien salí, media agachada por si justo pasaba alguien por la calle, sentí el fuego entrando por los dedos de mis pies, de un tirón descolgué la remera y giré 180° para emprender la retirada, me duró poco el apuro al chocarme con la puerta cerrada. Ahí empezó la danza india: con las rodillas flexionadas, levantando el pie izquierdo, apoyándome en el derecho, apoyando el izquierdo, levantando el derecho con la remera bajo el sobaco intentando abrir la puerta sin tocar el picaporte, gritando pero despacio ABRIME QUE ME QUEMOOOO!!!! … Sé qué están pensando… no, no se me ocurrió usar la remera de manopla, si se me hubiese ocurrido, horas más tarde podría sentarme sola en el inodoro y no esperar a hubiera alguien para gritar YA ESTAAAA!!! Para que fueran a limpiarme el traste.
Aprendiendo ésta primera lección, las siguientes las podría manejar de taquito, o por lo menos eso creía.
Una mañana, nublada, tendí la ropa, dejé a Melona en la guardería y me fui a trabajar. Tenía toda la pinta de que en cualquier momento se iba a largar a llover… en cambio empezó a soplar una pequeña brisa que se fue asentuando con el correr de las horas. De más está decir que no pude concentrarme para nada en los papeles pensando adónde tendría que ir a buscar la ropa ésta vez, no veía el momento de que fueran las 12 (hora de salida).
Cu cu, cu, cu!! Por fín!, manoteé la cartera y salí volando para el depto, busqué a Melona en la guardería, la senté, abroché el cinturón de su sillita y seguí pedaleando, “a flequillo partido” iba.
- Mamá po favo podé maneja con cuidado?.
Llegamos, la bajé, subí las escaleras corriendo, le tiré los chiches en el piso no sin antes decirle que yo iba a juntar la ropa, que ella cantara mientras tanto (así yo escuchaba desde afuera) y con el corazón en la boca salí a recoger la ropa (pensando en que tendría que ir por lo de los vecinos a pedirles que me dejaran entrar a …) Oh! Sorpresa!! Estaba todaaa, a punto de volarse, pero toda.
- Seguí cantando que mamá ya entra.
Y mientras la escuchaba, me dispuse a juntar la ropa.
Por el rabillo del ojo, veo algo que se movia en el terreno de al lado, en el patio del taller de chapa y pinturas. Giré la cabeza como una lechuza y agudicé la vista…. Me quería morirrrrrr!!!!. Una colales mía estaba flameando en la antena de uno de los autos que tenían para pintar!!!
¿qué hago? ¿la dejo? Total no es nueva. Sí, la dejo. ¿Pero después con qué cara saludo a los hombres que trabajan allí?. … Melona seguía cantando, mi marido no venía a comer. Entré corriendo a dejar la ropa que tenía en las manos y a poner a calentar la comida para darle a la criatura, pobre santa, pensé que iba a dedicarse al canto de grande, pero creo que la traumé. El corazón me latía fuerte, la conciencia no me dejaba en paz. ¿qué hago?.
Esta decidido! La realidad me golpeaba la cara y no la quería ver: tenía que sacarla de ahí porque era OBVIO que se había caído de mi terraza, de qué otra manera podía haber llegado? La tengo que sacar.
Volví a salir. – Mel, podés cantar de nuevo?
- Poque mami? Ya canté
- Cantá eh… porque me gusta la del payaso plin plin.
- E payayo…
Salí rápido para afuera, agarré una escoba, me trepé al paredón, me tiré de panza sobre la pared de la terraza para tratar de pescar el calzón con el palo… no llego.
Algo más largo necesito”, entré saqué las cortinas, agarré el barral. Melona justo terminaba el payaso plin plin y seguía con el elefante trompita. Está todo en orden acá adentro, revolví la comida, y salí otra vez a la pesca. Trepar paredón, tirarme de panza con el barral en mano, vamos que llego, vamos que llego… la ATRAPE!!! Justo en ese momento me doy cuenta del silencio total.
Con el corazón (y calzón en la mano) grité MELONA!!! (nada), MELONA!!!, entré hecha un trompo, pensando lo peor.
La encuentro paradita, rodeada de juguetes con esos ojos celestes bien abiertos por el asombro al escucharme gritar como una loca su nombre.
- ¿Por qué dejaste de cantar Melona?
- Poque ya no me sabo ota
La agarré y abracé fuerte contra mí. Y se me cayeron unas lágrimas de agradecimiento (porque no le pasó nada), cansancio (por todas las corridas que hice), dolor (por las raspaduras hechas por el tapial en las rodillas y la panza), triunfo (porque recuperé mi bombachita, que a pesar de no estar nueva, todavía a alguien calentaba).
---
La vida seguía su cauce, tranquila, adaptándonos a nosotros mismos, al ambiente (un poco de olor a cloacas a veces, otras a humedad), a los vecinos. En Fín… lo que se puede decir un paraíso.
En el depto de abajo vivía una mujer sola, que prácticamente no estaba en todo el día, pero, siempre hay un pero, tenía una perrita que le hacía compañía, una perrita chiquita, que un día encontró en la calle y la adoptó. El único inconveniente era que no tenía prácticamente patio, solamente un pedacito donde tendía la ropa y dejaba el can para que no quedara adentro, justo DEBAJO de MI ventana de la cocina, donde pasábamos la mayoría del tiempo nosotros.
Sé que ese no era problema mío, MI problema empezaba cuando llegaba yo del trabajo, almorzábamos, Fernando se acostaba un ratito para hacer dormir a Melona mientras yo limpiaba la cocina rapidito porque a las 2:00 pm empezaba la novela (único momento en el día que tenia para MI)
Ni bien, apoyaba el culo en la única reposera que teníamos, (todavía no nos habíamos podido comprar sillones), empezaba a ladrar la linda perrita. Imagínense el ladrido en ese pedacito de patio cómo retumbaba en nuestro departamento.
Si subía el volumen del televisor despertaba a la nena, así que me asomaba por la terraza, le chistaba para hacerla callar y volvía a entrar.
Me volvía a sentar, justo en la propaganda, empezaba el siguiente capítulo y otra vez… guau, guau, guau!!!
Conclusión: me perdía la mitad de la novela.
Así todos los santos días!, ni que supiera que era yo la que estaba frente a la tele, porque los domingos, cuando EL miraba las carreras (entre mí pensaba: ahora vas a ver lo que se siente no poder mirar tranquilo algo) la SEÑORITA, se quedaba calladita la boca.
Al mes ya no la soportaba más!!!!!, la quería matar.
- Calmate gorda, son ideas tuyas. Estas muy al pedo a la tarde y te das manija. ¿Buscate alguna actividad para hacer en vez de desquitártelas con el perro?
Para qué, era como meterme el dedo en la herida y revolverlo…, al pedo… yo … otra actividad.
A la tarde, llevé a Melona a la plaza, con la idea de juntar algunos cascotitos chicos para revoleárselos al día siguiente a la fiera. Encontré algunos que fui guardando en el bolsillo haciéndome la boluda (papel que me sale muy bien), con tan mala suerte que esa noche, cuando me saqué la ropa para acostarme se me cayeron al piso…
- ¿ Qué es todo esto?
- ¿Qué cosa?
- No te hagas la boluda, todas estas piedras… no estarás pensando..
- Por favor!, lo único que me falta…
- Sí, lo único que nos falta es tener problemas con la pobre vieja de abajo porque la señorita no puede mirar la novela.
Nos acostamos, espalda con espalda, uno enojado con el otro.
Lo dejé pasar dos días, porque antes de irse al trabajo miraba para el patio de abajo para ver si no había cascotes tirados.
Esa tarde, esperé que se fuera a dormir la siesta con la nena, puse la novela y ni bien hizo gua, abrí el congelador, saqué una cubetera, salí a la terraza y empecé a tirotearle con los cubitos, ay, ay, ay, se escuchaba nada más, volví a entrar y por primera vez en mucho tiempo pude ver cómo seguía la novela. En la propaganda me volví a asomar para ver si había rastros del tiroteo… nada, simplemente varios charquitos de agua que iban evaporándose de a poco.
Al día siguiente a la misma hora, ya tenía la artillería armada para volver a atacar, con tal mala suerte, que ni bien entro al depto con la cubetera vacía en la mano, me lo encuentro a mi marido asomado a la ventana mirando el espectáculo.
Hundida!! Dije para mis adentros, con la cola entre las patas, pasé a su lado, apagué el televisor y me fui a dormir la siesta.
Cuando Melona, tendría dos años más o menos, con mi marido, ahora EX, pero padre de mi hija, conseguimos un departamento para mudarnos los 3 solos. Vivir con su familia ya se estaba tornando difícil pero no nos quedaba otra opción. Así que ni bien ahorramos unos pesitos nos fuimos a estrenar nido.
Encontramos un departamento en un primer piso, en realidad eran dos deptos., uno abajo y el nuestro arriba con una terraza y sin ninguna planta que nos diera un poquito de sombra, tal es así que en el verano era imposible salir afuera antes de las 8 de la tarde, es decir, salir, salías, el tema era volver a entrar. Agarrar el picaporte era el problema, la primera vez puede pasar, como me pasó a mi, que me acordé que había dejado una remera tendida la noche anterior y salí corriendo a entrarla (no sé para qué tanto apuro si total el sol ya la había acartonado, pero son esos reflejos boludos que una tiene) descalza, en bombacha y remera (total nadie anda caminando mirando el cielo, siempre nos enseñaron a mirar para abajo para no tropezar y caernos).
Ni bien salí, media agachada por si justo pasaba alguien por la calle, sentí el fuego entrando por los dedos de mis pies, de un tirón descolgué la remera y giré 180° para emprender la retirada, me duró poco el apuro al chocarme con la puerta cerrada. Ahí empezó la danza india: con las rodillas flexionadas, levantando el pie izquierdo, apoyándome en el derecho, apoyando el izquierdo, levantando el derecho con la remera bajo el sobaco intentando abrir la puerta sin tocar el picaporte, gritando pero despacio ABRIME QUE ME QUEMOOOO!!!! … Sé qué están pensando… no, no se me ocurrió usar la remera de manopla, si se me hubiese ocurrido, horas más tarde podría sentarme sola en el inodoro y no esperar a hubiera alguien para gritar YA ESTAAAA!!! Para que fueran a limpiarme el traste.
Aprendiendo ésta primera lección, las siguientes las podría manejar de taquito, o por lo menos eso creía.
Una mañana, nublada, tendí la ropa, dejé a Melona en la guardería y me fui a trabajar. Tenía toda la pinta de que en cualquier momento se iba a largar a llover… en cambio empezó a soplar una pequeña brisa que se fue asentuando con el correr de las horas. De más está decir que no pude concentrarme para nada en los papeles pensando adónde tendría que ir a buscar la ropa ésta vez, no veía el momento de que fueran las 12 (hora de salida).
Cu cu, cu, cu!! Por fín!, manoteé la cartera y salí volando para el depto, busqué a Melona en la guardería, la senté, abroché el cinturón de su sillita y seguí pedaleando, “a flequillo partido” iba.
- Mamá po favo podé maneja con cuidado?.
Llegamos, la bajé, subí las escaleras corriendo, le tiré los chiches en el piso no sin antes decirle que yo iba a juntar la ropa, que ella cantara mientras tanto (así yo escuchaba desde afuera) y con el corazón en la boca salí a recoger la ropa (pensando en que tendría que ir por lo de los vecinos a pedirles que me dejaran entrar a …) Oh! Sorpresa!! Estaba todaaa, a punto de volarse, pero toda.
- Seguí cantando que mamá ya entra.
Y mientras la escuchaba, me dispuse a juntar la ropa.
Por el rabillo del ojo, veo algo que se movia en el terreno de al lado, en el patio del taller de chapa y pinturas. Giré la cabeza como una lechuza y agudicé la vista…. Me quería morirrrrrr!!!!. Una colales mía estaba flameando en la antena de uno de los autos que tenían para pintar!!!
¿qué hago? ¿la dejo? Total no es nueva. Sí, la dejo. ¿Pero después con qué cara saludo a los hombres que trabajan allí?. … Melona seguía cantando, mi marido no venía a comer. Entré corriendo a dejar la ropa que tenía en las manos y a poner a calentar la comida para darle a la criatura, pobre santa, pensé que iba a dedicarse al canto de grande, pero creo que la traumé. El corazón me latía fuerte, la conciencia no me dejaba en paz. ¿qué hago?.
Esta decidido! La realidad me golpeaba la cara y no la quería ver: tenía que sacarla de ahí porque era OBVIO que se había caído de mi terraza, de qué otra manera podía haber llegado? La tengo que sacar.
Volví a salir. – Mel, podés cantar de nuevo?
- Poque mami? Ya canté
- Cantá eh… porque me gusta la del payaso plin plin.
- E payayo…
Salí rápido para afuera, agarré una escoba, me trepé al paredón, me tiré de panza sobre la pared de la terraza para tratar de pescar el calzón con el palo… no llego.
Algo más largo necesito”, entré saqué las cortinas, agarré el barral. Melona justo terminaba el payaso plin plin y seguía con el elefante trompita. Está todo en orden acá adentro, revolví la comida, y salí otra vez a la pesca. Trepar paredón, tirarme de panza con el barral en mano, vamos que llego, vamos que llego… la ATRAPE!!! Justo en ese momento me doy cuenta del silencio total.
Con el corazón (y calzón en la mano) grité MELONA!!! (nada), MELONA!!!, entré hecha un trompo, pensando lo peor.
La encuentro paradita, rodeada de juguetes con esos ojos celestes bien abiertos por el asombro al escucharme gritar como una loca su nombre.
- ¿Por qué dejaste de cantar Melona?
- Poque ya no me sabo ota
La agarré y abracé fuerte contra mí. Y se me cayeron unas lágrimas de agradecimiento (porque no le pasó nada), cansancio (por todas las corridas que hice), dolor (por las raspaduras hechas por el tapial en las rodillas y la panza), triunfo (porque recuperé mi bombachita, que a pesar de no estar nueva, todavía a alguien calentaba).
---
La vida seguía su cauce, tranquila, adaptándonos a nosotros mismos, al ambiente (un poco de olor a cloacas a veces, otras a humedad), a los vecinos. En Fín… lo que se puede decir un paraíso.
En el depto de abajo vivía una mujer sola, que prácticamente no estaba en todo el día, pero, siempre hay un pero, tenía una perrita que le hacía compañía, una perrita chiquita, que un día encontró en la calle y la adoptó. El único inconveniente era que no tenía prácticamente patio, solamente un pedacito donde tendía la ropa y dejaba el can para que no quedara adentro, justo DEBAJO de MI ventana de la cocina, donde pasábamos la mayoría del tiempo nosotros.
Sé que ese no era problema mío, MI problema empezaba cuando llegaba yo del trabajo, almorzábamos, Fernando se acostaba un ratito para hacer dormir a Melona mientras yo limpiaba la cocina rapidito porque a las 2:00 pm empezaba la novela (único momento en el día que tenia para MI)
Ni bien, apoyaba el culo en la única reposera que teníamos, (todavía no nos habíamos podido comprar sillones), empezaba a ladrar la linda perrita. Imagínense el ladrido en ese pedacito de patio cómo retumbaba en nuestro departamento.
Si subía el volumen del televisor despertaba a la nena, así que me asomaba por la terraza, le chistaba para hacerla callar y volvía a entrar.
Me volvía a sentar, justo en la propaganda, empezaba el siguiente capítulo y otra vez… guau, guau, guau!!!
Conclusión: me perdía la mitad de la novela.
Así todos los santos días!, ni que supiera que era yo la que estaba frente a la tele, porque los domingos, cuando EL miraba las carreras (entre mí pensaba: ahora vas a ver lo que se siente no poder mirar tranquilo algo) la SEÑORITA, se quedaba calladita la boca.
Al mes ya no la soportaba más!!!!!, la quería matar.
- Calmate gorda, son ideas tuyas. Estas muy al pedo a la tarde y te das manija. ¿Buscate alguna actividad para hacer en vez de desquitártelas con el perro?
Para qué, era como meterme el dedo en la herida y revolverlo…, al pedo… yo … otra actividad.
A la tarde, llevé a Melona a la plaza, con la idea de juntar algunos cascotitos chicos para revoleárselos al día siguiente a la fiera. Encontré algunos que fui guardando en el bolsillo haciéndome la boluda (papel que me sale muy bien), con tan mala suerte que esa noche, cuando me saqué la ropa para acostarme se me cayeron al piso…
- ¿ Qué es todo esto?
- ¿Qué cosa?
- No te hagas la boluda, todas estas piedras… no estarás pensando..
- Por favor!, lo único que me falta…
- Sí, lo único que nos falta es tener problemas con la pobre vieja de abajo porque la señorita no puede mirar la novela.
Nos acostamos, espalda con espalda, uno enojado con el otro.
Lo dejé pasar dos días, porque antes de irse al trabajo miraba para el patio de abajo para ver si no había cascotes tirados.
Esa tarde, esperé que se fuera a dormir la siesta con la nena, puse la novela y ni bien hizo gua, abrí el congelador, saqué una cubetera, salí a la terraza y empecé a tirotearle con los cubitos, ay, ay, ay, se escuchaba nada más, volví a entrar y por primera vez en mucho tiempo pude ver cómo seguía la novela. En la propaganda me volví a asomar para ver si había rastros del tiroteo… nada, simplemente varios charquitos de agua que iban evaporándose de a poco.
Al día siguiente a la misma hora, ya tenía la artillería armada para volver a atacar, con tal mala suerte, que ni bien entro al depto con la cubetera vacía en la mano, me lo encuentro a mi marido asomado a la ventana mirando el espectáculo.
Hundida!! Dije para mis adentros, con la cola entre las patas, pasé a su lado, apagué el televisor y me fui a dormir la siesta.
Su-Saraza
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