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lunes

Mi historia: La soledad

Nuestra crisis se acentuaba cada vez más.
Mabel me había "adoptado", me invitaba a almorzar para que no estuviera sola, a tomar mates, a buscar y llevar a los nenes a la escuela... en fín... yo también me aferré bastante a ella, me sentía muy sola.

Volví a mis raíces a vender el terreno y con ese dinero y otros ahorros compró otro auto mejor. Pero yo seguía sin saber manejar. 
Una mañana, esperé a que se fuera a trabajar y le dejé una nota: Vuelvo en una semana, voy a estar en Nqn. tomando clases para aprender a manejar.

Llegó navidad y la pasamos los dos solos, no quiso que nos reuniéramos con sus compañeros y familias.
Pero para Año Nuevo, tuvo que trabajar, ese día y el siguiente... eso me hizo sentir pena por él... trabajar en ésta fecha!!
Mabel me invitó a irme de camping con sus hijos al SUM de la empresa... a regañadientes fui. Sentía culpa el estar festejando mientras él estaba trabajando.
(Años después me enteraría que NO trabajó nunca, sino que se fue a festejar año nuevo con su amante a San Martín de los Andes).

Una tarde, escuché de un matrimonio de ancianos (supuestamente era una secta) que tenían a su cargo hijos abandonados por mujeres de la noche, vivían de lo que les daba la huerta y la leche que vendían en el pueblo...
Decidida golpeé la puerta, me atendió una viejita muy agradable, me presenté, diciéndole que me gustaría conocerlos, me invitó a pasar, me ofreció té, charlamos, me contó que se le complicaba la crianza con los más grandes, que el municipio algo ayudaba pero... había una nena tejiendo al crochet, me acerqué a ella y le enseñé algunos puntos, estaban muy contentos de recibir visitas, muy poca gente los visitaba por esas habladurías tontas de pueblos chicos.
Me fui a la nochecita, prometiendo volver de vez en cuando pero pactando con los mayorcitos que todos los días al salir de la escuela pasarían por mi casa a hacer los deberes que yo supervisaría.
Así lo hicimos, iban de a dos, muy respetuosos, les preparaba la merienda con pan, manteca y dulce, hacían los deberes y se iban.
Recorrí las tiendas buscando precios para llevarles telas y lanas para que la abuela les enseñe a cocer a las nenas (delantales y posa pavas que después vendían casa por casa), levantaba pedidos de leche entre "mis amigas"  para darles una mano... pero ninguna quiso colaborar... eran todas conchetas, mangas de cornudas como yo.

Algún domingo, los pasaba a buscar en el auto, yo ya tenía licencia, y los llevaba a dar unas vueltas.

Nuevamente, estaba ocupada, me sentía útil... seguía frecuentándome con Mabel y al grupo de la empresa las dejé completamente de lado.

Pero... lo bueno dura poco... un 28 de diciembre me dió la noticia de que nos trasladaban nuevamente... ésta vez a Rincón de los Sauces.
Él iba ascendido así que no quedaba otra que juntar los bártulos y partir.

La despedida con los chicos fue dolorosa, nos habíamos encariñados todos, realmente para levantarles un monumento a esos abuelos. Por suerte nunca me animé a intimar con los más pequeños, advertida por mi pareja que sólo estábamos de paso en ese lugar.

Preparé la mudanza, y por esas cosas de rebeldía que llevaba adentro una tarde en que fui a despedirme de un matrimonio amigo, él le estaba pasando la máquina en la cabeza a los nenes y le dije que me la pasara a mi...  primero se negó, se la saqué de la mano y me dí el primer pase... no le quedó otra que acomodarmelo.

Cuando volví a mi casa... él me miró, se acercó y me dijo... ¿por qué lo hiciste?
- porque quiero cambiar (en realidad lo estaba desafiando, le estaba gritando que no me importaba nada!).

El valor lo tuve que tener los días siguientes cuando me tocó entrar al banco lleno de gente, cuando me tocó despedirme de las conchetas... pero no me importó, me gustaba a mí y era suficiente...

Su-Saraza

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