Me senté en la sala de espera, puntual... esperé unos minutos hasta que me tocó el turno.
Cuando me recibió... no podía creer lo lindo que era éste señor, no dejé que eso me intimidara... entré al consultorio, miré los diplomas que tenía colgados en la pared mientras él hablaba con su secretaria: médico/psicólogo/psiquiatra y encima... lindo guau!!!
Entró, me saludó con un beso, se sentó, y me preguntó por qué lo había elegido a él.
- Porque necesitaba tener a un hombre delante mio para decirle la clase de mierd.. que es, lo hijo de put... y seguí descargando todo tipo de insulto hacia el sexo masculino.
La verdad era que estaba muy enojada con los hombres y en mi entorno cada vez iba sumando un nuevo gay (que de no haber sido por ellos, no sé que hubiese pasado). Juanchi + Diego + el peluquero con el cual trabajaba el fin de semana + sus amigos... eran los únicos que estaban a mi lado.
Mi familia, es el día de hoy que lo único que saben fue que me separé, nunca los quise preocupar, cada vez que los llamaba por teléfono lloraba antes para que no se me notara el estado de ánimo en la voz. Para ellos seguramente era transitorio y yo... no podía dejar el nuevo trabajo porque recién comenzaba.
Ignacio (el terapeuta) accedió a verme dos veces por semanas. Focalizó la terapia en levantarme la autoestima.
Al cabo de dos semanas me dijo:
- Creo que ya es hora de que vuelvas a Rincón, de que enfrentes a tu ex, a tus amistades de allá, de que cuentes lo que te pasó... mientras más lo cuentes, más rápido va a dejar de doler... y algo fundamental: empezá a llamar a las cosas por su nombre... te separaste. Vos podés hacerlo. A partir de ahora, nos vamos a ver una vez a la semana... trataremos de pasar el turno para el viernes así podes trabajar acá y volver otra vez a tu lugar.
Y eso es lo que yo había dicho... Rincón era mi lugar, me gustaba vivir allí y me sentía cómoda.
Lo llamé por teléfono a mi ex y le di la noticia... en los días sucesivos, le avisaría el día que iba a ir a buscar el resto de mis pertenencias (había pasado un poco más de un mes y debía pagar la habitación que todavía no había estrenado).
No le agradó la idea pero no lo dejé terminar, era tanto el valor que tenía, que había recuperado, que le contesté que no era problema mio.
El quiso separarse, yo acepté... ahora que cada uno se haga cargo de sus actos.
Ansiosa, los llamé a mis amigos para avisarles que ésa noche iba a estar llegando.
Preparé el bolso... pagué el hotel y con la fuerza de una topadora, me dirigí a tomar el colectivo.
Su-Saraza

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