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domingo

Mi Historia: La Sra. de

Ahí estaba yo... hundida en el asiento del auto, esperando tan sólo alguna frase de consuelo. Él ya estaba acostumbrado a vivir lejos de su lugar de nacimiento, pero para mí... era la primera vez.

Atravezamos la ruta del desierto y al atardecer llegamos al pueblo donde viviría.
Hicimos noche en La Posada y al día siguiente, cuando estábamos desayunando me informó de la situación:
- Vamos a estar viviendo acá, hasta que desocupen una de las casas de la Empresa, así que nuestros muebles van a ir a un depósito hasta que llegue el momento.
- Yo no vengo a almorzar, por lo que vas a tener que pedir que te indiquen cómo llegar hasta el centro del pueblo ó comer acá. Recién vuelvo a la tardecita.
- Acá tenés... (por primera vez me entregó dos tarjetas de crédito, y una credencial dorada de la mejor obra social prepaga que existe), si podés llegate hasta el banco, así te conocen y sacas $ para manejarnos.
Y se fue.
Me fui caminando hasta el centro, pasé por el banco, ya me estaban esperando..., pasé por una lanería, compré lana y agujas y me dediqué a tejerme un chaleco mientras esperaba que pasaran las horas.
A veces bajaba a la cocina del hotel a prepararme unos mates y subía a tomarlos, junto a mi tejido, a la terraza del mismo.
Perdí mi identidad, pasé a llamarme la Sra. de.

A los dos meses justos, nos entregaron la casa, en un barrio de familias petroleras, 3 dormitorios, 3 baños, cocina, lavadero, cocina comedor, living, garage, patio y parrilla... todo para dos gatos locos!!
Tuvimos que viajar a Neuquén a comprar muebles para que amueblar el desértico hogar. Atrás quedó nuestro departamento pequeño!!
(Hubo días en que sin querer, mientras limpiaba mi casa, miraba por la ventana y veía el baldío de enfrente y me traía recuerdos de mi hogar. En silencio me acostaba un rato a descargar mi angustia).
Al día siguiente, una vecina vino a darme la bienvenida, y a comunicarme que en la semana  iban a hacer una reunión "las mujeres" para presentarme en "sociedad". Me ofreció su empleada por el momento, hasta que consiguiera una, pero agradecida, la rechacé. Prefería estar entretenida en algo para que el tiempo pasara rápido.
Obviamente, la molestaba seguido preguntando dónde quedaban los negocios y ella se ofrecía para llevarme en su auto, ya que yo no sabía manejar y el nuestro descansaba en el garage porque a los hombres les daban una camioneta en su trabajo.

Llegó "mi presentación en sociedad", me exhibieron como un espécimen en extinción, me bombardearon a preguntas mientras mi cabeza trataba de registrar todos las reglas: 
- Las reuniones eran una vez por semana y sólo se juntaban las mujeres del personal  jerárquico.
- Sólo trabajan las mujeres que tienen alguna profesión referente a la educación... el resto, no.
- Todas las tardes van a la pileta, donde  gastan grandes cantidades de su tiempo en despejarse.
- Si algún matrimonio se separa, le trae complicaciones laborales al esposo. Lo envían a una casa que comparten solamente los "solteros".
Me dí cuenta que eso no era para mi... tanta hipocrecía junta no me hacía sentir bien, pero a su vez... el hecho de que no me integrara en ese grupo lo perjudicaba laboralmente a él. Aunque parezca loco, las mujeres, mejor dicho -la familia-, en esa fecha, tenía mucha influencia en la Empresa.
Así que cada tanto asistía a algún evento, no sin antes escuchar el rosario de advertencias a tener en cuenta. (No soy de procesar las palabras, las siento y las digo... y eso no es bueno a veces).

Por suerte teníamos teléfono, lo cual me permitía estar más comunicada con mi familia. Se produjo lo que él me dijo el día que veníamos viajando "olvidate de que te vayan a llamar todos los días, cada uno tiene su vida y pronto se olvidan"... no es que se olviden, es que tienen otras ocupaciones.
Al mes volví de vacaciones por una semana a visitar a los mios. Mil kilómetros nos separaban.
Observé que cada cual tenía su trabajo, su ocupación y que los tiempos para verme eran a la tardecita, y se me interponían los horarios. Caí en la cuenta de que todavía no tenía mi lugar, el de acá lo había perdido a pesar de que mi jefe me siguió pagando el sueldo por cuatro meses por si me arrepentía  y decidía volver, pero de solo pensarlo significaba que había fracasado en mi matrimonio.
Sólo restaba volver e intentar al máximo que las cosas en la pareja volvieran a funcionar.
A él sólo le importaba su trabajo, llegar a su casa, tener la cena lista, la ropa limpia y sentarse a mirar tv.
Mientras tanto yo, cocinaba y miraba todas las películas habidas y por haber... comía, leía... comía y empecé a engordar.

Nos separaban sólo 140 km. de Neuquén, así que el sábado solíamos ir a hacer las compras al hipermercado, quedarnos al cine y volver a la noche.

Se me ocurrió de que era un buen momento para encargar un bebé... pero no tuve cuorum... siempre había una excusa bien elaborada que lograba que se me fuera esa idea loca de la cabeza.

A la noche, sabíamos estar duermiendo y sonaba el handy porque alguna "cigüeña" había dejado de funcionar, nos levantábamos, desplegábamos el mapa de los pozos sobre la cama para marcar la ruta antes de salir.
A veces volvía a las horas, otras no aparecía hasta la tarde del día siguiente.

Empecé a deprimirme, a no saber qué quería hacer,... ya hacía un año que estábamos en ese maldito lugar y las cosas no mejoraban...

Su-Saraza

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